Buenas noches amigo. Parece que te levantas pronto. Mi nombre es William, pero puedes llamarme Will. Me dedico a buscar a tipos agujereados como tú. Cierto es. Aunque me da qué prefieres saber por qué te deslizas de la tumba, y no que hace un viejo bandarria hablando contigo.
Así que sal de esa caja podrida de pino y te lo cuento. Ponte cómodo, estaremos un rato, pero sácate ese gusano de la oreja, me está poniendo enfermo.
Sabia de tu fama como buen hombre hasta que estiraste la pata en el 66. Casi todos creen que te volviste maligno y oscuro, pero no era tan sencillo. Eras un reencarnado.
Al volver, el manitú que tenías dentro se hizo contigo y desde entonces él manda. Te obliga a hacer todo lo que se le antoje y no tiene ningún tipo de límite moral. Si tu madre hubiera sabido alguna de las cosas que iba a hacer su hijo, te hubiera tirado por la letrina nada más nacer.
Tendrás que luchar contra ese demonio tu solo. Si pierdes contra él, no te preocupes. Yo me ocupare de ti, por eso te sigo apuntando. No vaya a ser que el demonio ya haya ganado la partida.
Te contare una historia, cuando acabe sabré con quien he hablado, no hay otra. Te diré como fue mi primer encuentro con alguien como tú. No fue un buen día.
Estamos en 1867 pero todo comenzó en 1861.
Andaba paseando por un bosque cercano cuando me encontré con un viejo indio. Estaba sentado y tenía las manos sucias como el carbón. Le di algo de agua. No me dijo su nombre pero me contó que era el último de su tribu. Se quedó en silencio, estaba como ido, su mirada vagaba por el bosque como un crótalo por el desierto.
La cosa es que de camino a mi casa vi algo que no olvidaré jamás.
Una especie de liebre pero más grande y con una cornamenta de ciervo estaba mordisqueando el cadáver de un bicho en el borde del camino Después supe que eso era una Liebrelope, portadora de malos presagios. Me vio y desapareció delante de mis ojos. Me acerque, revólver en mano. a cuerpo. Era una bella joven que parecia que habia sido atacada por algo extraño. Mis creencias me obligaron a darle sepultura y rezar una oración por su alma.
De repente salieron dos sombras de la manota. Eran dos tipos desarmados con la cara muy pálida y ojos de un color extraño. Me miraron raro y dijeron algo que no entendí, realmente creo que no llegue ni oirlo. Mandé a los dos al carajo en un abrir y cerrar de cerrojo. Algo me agarró del pantalón, una mano preciosa con la piel suave como el algodón. Pero estaba fria, muy fria y llena de tierra, era la mano de la chica que acaba de dar sepultura. Recule y tropecé del susto. La tierra se empezó a mover y una tétrica figura brotó de la tierra. Era la joven, ahora se movía pero tenía la mirada perdida y sus movimientos no eran normales. Vacie un tambor en su corazón, no sirvió de nada. Solo me quedaba una bala, la cargue, me encomendé a San Pedro y dispare, esta vez en el entrecejo. Tan delgada y con ese agujero en la cabeza parecía una aguja de zurcir cuero, ahora tenía gracia el asunto. La volví a dar sepultura, otra vez, pero esta ahora sin plegaria solo con tres tragos largos de whisky.
Entendí cómo funcionaba el asunto, para otras cosas no tengo muchas luces pero para mandar cosas al infierno tengo cierta astucia. La cosa no era matar cosas vivas sino matar cosas muertas, rematar o re-contra rematar como prefiráis. Había sido un día largo y jodidamente extraño. Necesitaba dormir.
Desde ese día la cosa no ha hecho más que complicarse. Aquel puto indio tenía razón, no estaba ni la mitad de loco que estoy yo ahora. Criaturas extrañas, fantasmas, muertos que vuelven a la vida poseídos por demonios o manitus si eres piel roja. Se alimentan del miedo de la gente, cuanta más asustada está una población más grandes y feas serán las criaturas que moran los barrancos y bosques. Los indios ancianos y los verdaderos creyentes son los únicos que pueden acabar con estas criaturas. Aunque la verdad es que los Pinkertons y los Rangers están empezando a espabilar. Pero hasta aquí puedo leer amigo, espero que no se te haya hecho muy largo. He bebido de más y la lengua me va sola, ya sabes.
En estos años he descubierto unas cuantas cosas sobre los manitús, como por ejemplo que no prestan atención.
Así que amigo déjame coger la cacharra.
¿Por dónde paseaba la noche que me encontré al indio?
¿Por una pradera? Muy bien.
Click!
Buen viaje amigo, esta vez no volverás.
Así que sal de esa caja podrida de pino y te lo cuento. Ponte cómodo, estaremos un rato, pero sácate ese gusano de la oreja, me está poniendo enfermo.
Sabia de tu fama como buen hombre hasta que estiraste la pata en el 66. Casi todos creen que te volviste maligno y oscuro, pero no era tan sencillo. Eras un reencarnado.
Al volver, el manitú que tenías dentro se hizo contigo y desde entonces él manda. Te obliga a hacer todo lo que se le antoje y no tiene ningún tipo de límite moral. Si tu madre hubiera sabido alguna de las cosas que iba a hacer su hijo, te hubiera tirado por la letrina nada más nacer.
Tendrás que luchar contra ese demonio tu solo. Si pierdes contra él, no te preocupes. Yo me ocupare de ti, por eso te sigo apuntando. No vaya a ser que el demonio ya haya ganado la partida.
Te contare una historia, cuando acabe sabré con quien he hablado, no hay otra. Te diré como fue mi primer encuentro con alguien como tú. No fue un buen día.
Estamos en 1867 pero todo comenzó en 1861.
Andaba paseando por un bosque cercano cuando me encontré con un viejo indio. Estaba sentado y tenía las manos sucias como el carbón. Le di algo de agua. No me dijo su nombre pero me contó que era el último de su tribu. Se quedó en silencio, estaba como ido, su mirada vagaba por el bosque como un crótalo por el desierto.
- Ahora ellos caminar con nosotros, él engañar. Todo estar mal, muy mal, verdarera mal..- prosiguió
- ¿A quién te refieres amigo?- respondí
- A ellos, los manitús
La cosa es que de camino a mi casa vi algo que no olvidaré jamás.
Una especie de liebre pero más grande y con una cornamenta de ciervo estaba mordisqueando el cadáver de un bicho en el borde del camino Después supe que eso era una Liebrelope, portadora de malos presagios. Me vio y desapareció delante de mis ojos. Me acerque, revólver en mano. a cuerpo. Era una bella joven que parecia que habia sido atacada por algo extraño. Mis creencias me obligaron a darle sepultura y rezar una oración por su alma.
De repente salieron dos sombras de la manota. Eran dos tipos desarmados con la cara muy pálida y ojos de un color extraño. Me miraron raro y dijeron algo que no entendí, realmente creo que no llegue ni oirlo. Mandé a los dos al carajo en un abrir y cerrar de cerrojo. Algo me agarró del pantalón, una mano preciosa con la piel suave como el algodón. Pero estaba fria, muy fria y llena de tierra, era la mano de la chica que acaba de dar sepultura. Recule y tropecé del susto. La tierra se empezó a mover y una tétrica figura brotó de la tierra. Era la joven, ahora se movía pero tenía la mirada perdida y sus movimientos no eran normales. Vacie un tambor en su corazón, no sirvió de nada. Solo me quedaba una bala, la cargue, me encomendé a San Pedro y dispare, esta vez en el entrecejo. Tan delgada y con ese agujero en la cabeza parecía una aguja de zurcir cuero, ahora tenía gracia el asunto. La volví a dar sepultura, otra vez, pero esta ahora sin plegaria solo con tres tragos largos de whisky.
Entendí cómo funcionaba el asunto, para otras cosas no tengo muchas luces pero para mandar cosas al infierno tengo cierta astucia. La cosa no era matar cosas vivas sino matar cosas muertas, rematar o re-contra rematar como prefiráis. Había sido un día largo y jodidamente extraño. Necesitaba dormir.
Desde ese día la cosa no ha hecho más que complicarse. Aquel puto indio tenía razón, no estaba ni la mitad de loco que estoy yo ahora. Criaturas extrañas, fantasmas, muertos que vuelven a la vida poseídos por demonios o manitus si eres piel roja. Se alimentan del miedo de la gente, cuanta más asustada está una población más grandes y feas serán las criaturas que moran los barrancos y bosques. Los indios ancianos y los verdaderos creyentes son los únicos que pueden acabar con estas criaturas. Aunque la verdad es que los Pinkertons y los Rangers están empezando a espabilar. Pero hasta aquí puedo leer amigo, espero que no se te haya hecho muy largo. He bebido de más y la lengua me va sola, ya sabes.
En estos años he descubierto unas cuantas cosas sobre los manitús, como por ejemplo que no prestan atención.
Así que amigo déjame coger la cacharra.
¿Por dónde paseaba la noche que me encontré al indio?
¿Por una pradera? Muy bien.
Click!
Buen viaje amigo, esta vez no volverás.