Fundación de OldCarucedo, 1855
Old Carucedo, 14 de Septiembre de 1.865
Ya han pasado diez años desde que el bueno de Jake O'Bennet llegase a estos andurriales para fundar el pueblo de OldCarucedo en honor a su tierra natal, allá en la vieja Irlanda, Carucedo. Comerciantes, mineros, familias, tahúres, pistoleros, putas y buscavidas llegaron desde el Este en carretas: mi padre estaba entre ellos. Empezaron a construir casas y a ganarse la vida. Fue entonces cuando construyeron el saloon.
No es mala tierra, bien lo sabe Dios; aquí se da el ganado, e incluso dejamos vivir a los pastores de ovejas, no sé cuándo lincharon al último, pero ya hace tiempo. Tener un ojo sobre la veterinaria, eriza de buen ver, pero mal fiar… cuidado con el tomahawk de la vaporosa dama, amigo. También encontraron algunas zonas perfectas para la minería. Mi padre empezó a ganar dinero, mucha gente pasaba por aquí, ya sabes, a tomar una copa después de un duro día deslomándose al sol, reñir con la parienta y aguantar al cuñado. Bebían mucho, santa Madre del Amor Hermoso, la gente de antes sí que achicaba.
El pobre Jake O'Bennet murió una noche, se lo llevaron unas terribles fiebres. Terminó sus días rodeado de sus seres queridos. Fue velado por todo el pueblo, hasta Lulú Sietepolvos echó una lágrima por él. El pueblo empezó a prosperar y creció rápidamente. OldCarucedo era un lugar agradable y con futuro.
Fdo. Harry, barman del saloon
Ya han pasado diez años desde que el bueno de Jake O'Bennet llegase a estos andurriales para fundar el pueblo de OldCarucedo en honor a su tierra natal, allá en la vieja Irlanda, Carucedo. Comerciantes, mineros, familias, tahúres, pistoleros, putas y buscavidas llegaron desde el Este en carretas: mi padre estaba entre ellos. Empezaron a construir casas y a ganarse la vida. Fue entonces cuando construyeron el saloon.
No es mala tierra, bien lo sabe Dios; aquí se da el ganado, e incluso dejamos vivir a los pastores de ovejas, no sé cuándo lincharon al último, pero ya hace tiempo. Tener un ojo sobre la veterinaria, eriza de buen ver, pero mal fiar… cuidado con el tomahawk de la vaporosa dama, amigo. También encontraron algunas zonas perfectas para la minería. Mi padre empezó a ganar dinero, mucha gente pasaba por aquí, ya sabes, a tomar una copa después de un duro día deslomándose al sol, reñir con la parienta y aguantar al cuñado. Bebían mucho, santa Madre del Amor Hermoso, la gente de antes sí que achicaba.
El pobre Jake O'Bennet murió una noche, se lo llevaron unas terribles fiebres. Terminó sus días rodeado de sus seres queridos. Fue velado por todo el pueblo, hasta Lulú Sietepolvos echó una lágrima por él. El pueblo empezó a prosperar y creció rápidamente. OldCarucedo era un lugar agradable y con futuro.
Fdo. Harry, barman del saloon
Guerras Apache, 1858 - 1861
Old Carucedo, 15 de Septiembre de 1.865
Si me hubiesen dado un centavo por cada vez que he tenido que contar esta historia, rellenaría mis cartuchos con algo más que posta lobera. El caso es que cuantas más veces la cuento, mejor la recuerdo, y hay historias que merecen recordarse. Yo era un alguacil novato al servicio del gran McRodio, sheriff y amigo íntimo de Jake O'Bennet; aprendí mucho con ese viejo bastardo.
Un buen hombre ocupó el sitio del viejo O’Bennet, Alfred Plumer. Fue un gran político que ayudó a todo el mundo. Después de unos años de calma y prosperidad, no se les ocurre otra cosa a esos zarrapastrosos apaches que presentarse aquí… Caterva de gañanes. Dicen que venían del sur, de México, porque otros apaches los habían expulsado de sus tierras. Menudos perlas, ni los suyos los aguantan y vienen a darla aquí, los celebatos. Creo que sólo un tal Amancio las preparaba así. Menudo cabreo. Debían de ser dos docenas de enloquecidas ratas sarnosas a caballo. Empezaron a degollar colonos, cundió el pánico por la zona y, como diría el gran Steel Cross, “eso no podía ser”.
Ese viejo tozudo de McRodio empezó a combatir con mano firme a esos haraganes, pero parecían demonios, hijos del mismísimo Satanás sacados del quinto infierno. Poco a poco, los ganapanes fueron reventando y cedieron terreno hasta que parecía que no iban a molestar de nuevo. Pero no estaban muertos, estaban de parranda. Ese puñado de descamisados malolientes estaba preparando un golpe final contra el pueblo y contra McRodio. Asaltaron una noche la casa del viejo y allí murió el mejor sheriff que ha tenido y tendrá esta ciudad, revólver en mano y cadáveres a los pies. Con dos cojones.
Esa misma mañana salí con dos voluntarios a la caza de esos energúmenos.
Fdo. Sheriff Staka
Si me hubiesen dado un centavo por cada vez que he tenido que contar esta historia, rellenaría mis cartuchos con algo más que posta lobera. El caso es que cuantas más veces la cuento, mejor la recuerdo, y hay historias que merecen recordarse. Yo era un alguacil novato al servicio del gran McRodio, sheriff y amigo íntimo de Jake O'Bennet; aprendí mucho con ese viejo bastardo.
Un buen hombre ocupó el sitio del viejo O’Bennet, Alfred Plumer. Fue un gran político que ayudó a todo el mundo. Después de unos años de calma y prosperidad, no se les ocurre otra cosa a esos zarrapastrosos apaches que presentarse aquí… Caterva de gañanes. Dicen que venían del sur, de México, porque otros apaches los habían expulsado de sus tierras. Menudos perlas, ni los suyos los aguantan y vienen a darla aquí, los celebatos. Creo que sólo un tal Amancio las preparaba así. Menudo cabreo. Debían de ser dos docenas de enloquecidas ratas sarnosas a caballo. Empezaron a degollar colonos, cundió el pánico por la zona y, como diría el gran Steel Cross, “eso no podía ser”.
Ese viejo tozudo de McRodio empezó a combatir con mano firme a esos haraganes, pero parecían demonios, hijos del mismísimo Satanás sacados del quinto infierno. Poco a poco, los ganapanes fueron reventando y cedieron terreno hasta que parecía que no iban a molestar de nuevo. Pero no estaban muertos, estaban de parranda. Ese puñado de descamisados malolientes estaba preparando un golpe final contra el pueblo y contra McRodio. Asaltaron una noche la casa del viejo y allí murió el mejor sheriff que ha tenido y tendrá esta ciudad, revólver en mano y cadáveres a los pies. Con dos cojones.
Esa misma mañana salí con dos voluntarios a la caza de esos energúmenos.
Fdo. Sheriff Staka
Guerra de Secesión, 1861
Old Carucedo, 16 de Septiembre de 1.865
Estimados conciudadanos:
Hace cuatro años ya del levantamiento del Sur, quizás el día más triste que recuerden todos los unionistas. Cuatro años de una lucha entre hermanos, dura y sangrienta. Los estados sureños se levantaron cuando Abraham Lincoln, nuestro presidente, abolió la esclavitud en toda la nación.
Fue una reacción comprensible, pero excesiva desde mi punto de vista. La mano de obra esclava hace que los estados del Sur sean los principales productores mundiales de varias materias primas; también influyó la industrialización europea y la influencia criolla, la diferencia de costumbres y formas de ver la vida hicieron el resto. No obstante, no podemos permitirnos cometer los mismos errores que los europeos.
Esperemos que el fin esté cerca y terminemos con los rebeldes que han empezado este horrible conflicto.
Fdo. Exc. Sr. MacCoy, alcalde de Old Carucedo.
Estimados conciudadanos:
Hace cuatro años ya del levantamiento del Sur, quizás el día más triste que recuerden todos los unionistas. Cuatro años de una lucha entre hermanos, dura y sangrienta. Los estados sureños se levantaron cuando Abraham Lincoln, nuestro presidente, abolió la esclavitud en toda la nación.
Fue una reacción comprensible, pero excesiva desde mi punto de vista. La mano de obra esclava hace que los estados del Sur sean los principales productores mundiales de varias materias primas; también influyó la industrialización europea y la influencia criolla, la diferencia de costumbres y formas de ver la vida hicieron el resto. No obstante, no podemos permitirnos cometer los mismos errores que los europeos.
Esperemos que el fin esté cerca y terminemos con los rebeldes que han empezado este horrible conflicto.
Fdo. Exc. Sr. MacCoy, alcalde de Old Carucedo.
El pueblo en decadencia, 1861 - 1863
Old Carucedo, 17 de Septiembre de 1.865
Mal rayo parta al honrado Staka, una vida de amistad y aún así, me obliga a coger pluma y escribir cual plumilla afeminado del Este. Joder, nunca me gustó escribir y hasta que no lo haga, no hay whisky. Hijo de una hiena.
Después de años sufriendo a esos penitentes del desierto, al final acabaron enviando al bueno de McRodio a encontrarse con el Hacedor, y eso no podía pasar. El joven Staka y dos de los muchachos, con tres caballos de refresco, salieron pitando en busca de esas pobres almas pintarrajeadas llamadas indios… El muy cafre. Pero Dios se lo compensará, amadísimos hermanos, quizá con una buena esposa; sí, quizá una vieja jibosa con malas pulgas que lo sepa enderezar. A los dos días volvió solo, moribundo, parecía que hubiese vuelto a la vida después de un par de días en casa del viejo Belcebú. Del susto tardó tres días en darse cuenta de que no estaba en el Paraíso, sino en el salón de Harry. Nunca he visto a un cabronazo con peor aspecto.
Pero los indios no volvieron a aparecer, sí señor, sólo Dios sabe cuánta sangre corrió en esos dos días.
Con el pobre Staka curando sus heridas en la capital, lejos de aquí, esta ciudad se volvió una fuente de pecado, dolor y rabia. Y eso no puede pasar. El sucesor de Jake O’Bennet, Alfred Plumer, sin el apoyo de Staka no pudo hacer nada cuando Timothy Clanton, un botarate mal parido, tomó el poder. Este fue el más corrupto de todos y el pueblo vivía con miedo. No se volvió a saber de Plumer.
Hacía falta un cambio en el tejido social. Ahí fue cuando tuve mi altercado con el nuevo sheriff, un mangurrián llamado Terry Hardin. Una mierda grande en un recipiente pequeño, en opinión de algunos. Decidí empezar mi obra sacándole a ese papanatas el Mal Espíritu a bastonazos; y eso sí podía pasar, tuvo que pasar y pasó. El mequetrefe no tenía medio garrotazo y por arrimarle la camiseta al cuerpo me condenaron a un año enclaustrado con los Franciscanos (Morir habemus… Ya lo sabemos, queridos feligreses). De penitencia, decían; para que recapacite, decían; maldito tinto mexicano, digo yo… Menudas tajadas. En fin, también dicen que le rompí huesos que no se habían descubierto y que por eso el Colegio de Médicos me nombró doctor Honoris Causa por la Universidad de Harvard.
Total, que pasado un año vuelvo a OldCarucedo y me encuentro con la ciudad peor; y eso sí que no puede pasar.
Fdo. Reverendo Steel Cross
Mal rayo parta al honrado Staka, una vida de amistad y aún así, me obliga a coger pluma y escribir cual plumilla afeminado del Este. Joder, nunca me gustó escribir y hasta que no lo haga, no hay whisky. Hijo de una hiena.
Después de años sufriendo a esos penitentes del desierto, al final acabaron enviando al bueno de McRodio a encontrarse con el Hacedor, y eso no podía pasar. El joven Staka y dos de los muchachos, con tres caballos de refresco, salieron pitando en busca de esas pobres almas pintarrajeadas llamadas indios… El muy cafre. Pero Dios se lo compensará, amadísimos hermanos, quizá con una buena esposa; sí, quizá una vieja jibosa con malas pulgas que lo sepa enderezar. A los dos días volvió solo, moribundo, parecía que hubiese vuelto a la vida después de un par de días en casa del viejo Belcebú. Del susto tardó tres días en darse cuenta de que no estaba en el Paraíso, sino en el salón de Harry. Nunca he visto a un cabronazo con peor aspecto.
Pero los indios no volvieron a aparecer, sí señor, sólo Dios sabe cuánta sangre corrió en esos dos días.
Con el pobre Staka curando sus heridas en la capital, lejos de aquí, esta ciudad se volvió una fuente de pecado, dolor y rabia. Y eso no puede pasar. El sucesor de Jake O’Bennet, Alfred Plumer, sin el apoyo de Staka no pudo hacer nada cuando Timothy Clanton, un botarate mal parido, tomó el poder. Este fue el más corrupto de todos y el pueblo vivía con miedo. No se volvió a saber de Plumer.
Hacía falta un cambio en el tejido social. Ahí fue cuando tuve mi altercado con el nuevo sheriff, un mangurrián llamado Terry Hardin. Una mierda grande en un recipiente pequeño, en opinión de algunos. Decidí empezar mi obra sacándole a ese papanatas el Mal Espíritu a bastonazos; y eso sí podía pasar, tuvo que pasar y pasó. El mequetrefe no tenía medio garrotazo y por arrimarle la camiseta al cuerpo me condenaron a un año enclaustrado con los Franciscanos (Morir habemus… Ya lo sabemos, queridos feligreses). De penitencia, decían; para que recapacite, decían; maldito tinto mexicano, digo yo… Menudas tajadas. En fin, también dicen que le rompí huesos que no se habían descubierto y que por eso el Colegio de Médicos me nombró doctor Honoris Causa por la Universidad de Harvard.
Total, que pasado un año vuelvo a OldCarucedo y me encuentro con la ciudad peor; y eso sí que no puede pasar.
Fdo. Reverendo Steel Cross
Prosperidad en Oldcarucedo, 1863 - 1864
Old Carucedo, 18 de Septiembre de 1.865
Me establecí en OldCarucedo para montar mi negocio hace cuatro años, un día como hoy, antes de que empezase la guerra, pero la ciudad estaba arruinada y corrupta hasta los tuétanos. Poco tiempo pase aquí antes de empezar a preparar otro destino. Soy fuerte, he llegado aquí por mis propios medios; pero esto no era vida, ni a los vaqueros les gustaba. Entonces, con un guía indio contratado, la impedimenta en mi carreta y yo ensillando al magnífico Bucéfalo aparecen un cura y un tipo alto por la entrada al pueblo. No sabía quiénes eran, pero supe qué iba a pasar. Era obvio: las manazas del cura parecían más adecuadas para repartir las hostias que para bendecirlas; quizá de ahí venga lo de “mano de santo”, quién sabe. Allí había futuro; con el páter y el larguirucho, el médico no daría abasto. Imposible. Y como Medicina no hay más que una y en algún sitio hay que sentar la cabeza… Pagué a Naiché lo acordado, se lo debía después de todo, pues él me enseñó a matar con el tomahawk. Y me quedé.
Al principio no quería saber nada, pero no podía perder ojo de lo que pasaba en la calle. Los dos desconocidos entraron en casa del gobernador y a los pocos minutos escuché el peor tiroteo de mi vida. Las bandas de Nueva York parecían tejedoras de calceta al lado de esta gente. Las injurias del reverendo destacaban sobre el fragor de la batalla, parece que lo estoy escuchando: “Mastuerzos, tristes arrapiezos imberbes, os curtiré el pellejo, vive Dios…” Duró horas. Varias personas fueron a ayudar a estos hombres. Otros, entre ellos Terry el sheriff, defendieron al gobernador Timothy. Llegado el mediodía, estos dos hombres salieron de la casa del gobernador, apoyados por mucha gente del pueblo. Entonces lo supe: eran el sheriff y el reverendo de la ciudad. Fue un episodio como el de Hadleyville, pero en plan onagro.
La paz y la tranquilidad volvieron al día siguiente. Nombramos a un nuevo gobernador que nos ha devuelto las ganas de vivir después de muchos años de inestabilidad. Los negocios volvieron a abrir, las minas volvieron a tener trabajadores, e incluso el año pasado el tren acabó llegando a OldCarucedo. De nuevo el pueblo fue un lugar agradable donde vivir.
Fdo. Dra. Karen McKinley
Me establecí en OldCarucedo para montar mi negocio hace cuatro años, un día como hoy, antes de que empezase la guerra, pero la ciudad estaba arruinada y corrupta hasta los tuétanos. Poco tiempo pase aquí antes de empezar a preparar otro destino. Soy fuerte, he llegado aquí por mis propios medios; pero esto no era vida, ni a los vaqueros les gustaba. Entonces, con un guía indio contratado, la impedimenta en mi carreta y yo ensillando al magnífico Bucéfalo aparecen un cura y un tipo alto por la entrada al pueblo. No sabía quiénes eran, pero supe qué iba a pasar. Era obvio: las manazas del cura parecían más adecuadas para repartir las hostias que para bendecirlas; quizá de ahí venga lo de “mano de santo”, quién sabe. Allí había futuro; con el páter y el larguirucho, el médico no daría abasto. Imposible. Y como Medicina no hay más que una y en algún sitio hay que sentar la cabeza… Pagué a Naiché lo acordado, se lo debía después de todo, pues él me enseñó a matar con el tomahawk. Y me quedé.
Al principio no quería saber nada, pero no podía perder ojo de lo que pasaba en la calle. Los dos desconocidos entraron en casa del gobernador y a los pocos minutos escuché el peor tiroteo de mi vida. Las bandas de Nueva York parecían tejedoras de calceta al lado de esta gente. Las injurias del reverendo destacaban sobre el fragor de la batalla, parece que lo estoy escuchando: “Mastuerzos, tristes arrapiezos imberbes, os curtiré el pellejo, vive Dios…” Duró horas. Varias personas fueron a ayudar a estos hombres. Otros, entre ellos Terry el sheriff, defendieron al gobernador Timothy. Llegado el mediodía, estos dos hombres salieron de la casa del gobernador, apoyados por mucha gente del pueblo. Entonces lo supe: eran el sheriff y el reverendo de la ciudad. Fue un episodio como el de Hadleyville, pero en plan onagro.
La paz y la tranquilidad volvieron al día siguiente. Nombramos a un nuevo gobernador que nos ha devuelto las ganas de vivir después de muchos años de inestabilidad. Los negocios volvieron a abrir, las minas volvieron a tener trabajadores, e incluso el año pasado el tren acabó llegando a OldCarucedo. De nuevo el pueblo fue un lugar agradable donde vivir.
Fdo. Dra. Karen McKinley
Lo ocurrido en 1865, por John J. Disvius
El día comenzó como otro día más en OldCarucedo. Hacía calor, el Padre Cross estaba borracho y el convoy de diligencias fue atacado por confederados cerca de la frontera.
El pueblo estaba lleno de vida, el saloon repleto de gente, el banco lleno de dinero y la celda de la oficina del sheriff vacía. ¿Y los indios? Nadie sabía dónde estaban los indios. Al mediodía aparecieron una parte de los integrantes de esas diligencias asaltadas. Unos indios, un comerciante y un ingeniero. Al parecer habían escapado de la cárcel confederada más allá de la frontera. Todos colaboraron para salir, pero los indios rápidamente desaparecieron en la profundidad del bosque
La jornada seguía su curso, el bueno del alcalde McCoy invitaba a los forasteros a beber en el saloon de Harry. El político fue al banco a coger más dinero para seguir con las rondas, pero fue su último paseo al sol. Unos indios salieron del bosque y acabaron con la vida del alcalde McCoy sin que el sheriff Staka o los alguaciles pudiesen hacer nada.
Rápidamente huyeron entre gritos de júbilo por el éxito de su incursión, habían matado a nuestro líder. Estos indios nunca los había visto, los hombres veteranos del poblado me hablaron de leyendas de los Apaches, temibles guerreros con poderes de magia oscura. El enterrador iba a tener trabajo ese día.
A partir de ese momento el pueblo se empezó a descontrolar, después del entierro del bueno de McCoy empezaron las elecciones para nuevo alcalde. La doctora forastera, Jenifer Jefferson terminó ganando las votaciones con el apoyo de la dueña de las minas. Aunque las malas lenguas decían que había más que apoyo político en esa relación, malditos cotilleos.
Los soldados seguían combatiendo en el frente, la Unión estaba empezando a ganar territorio a los confederados en este condado. El general Kerrigan estaba cumpliendo con su trabajo.
Los indios seguían desaparecidos, al parecer estaban buscando como coyotes a los Apaches para terminar con esos endemoniados salvajes.
También hubo tiempo para el ocio y el relax. Hubo un par de bodas, música de pianola y salidas de cacería. Osos negros, águilas y las ranas verdes californianas son las presas más codiciadas de todo el condado.
A media tarde apareció un moribundo sheriff Staka entrando por OldCarucedo. Alguien le había disparado y a traición, sino el sheriff hubiese vuelto con un cadáver al hombro. El pueblo estaba parado, los soldados en el frente, los indios en el bosque y los pocos hombres y mujeres que quedaban en el pueblo no sabían qué hacer o cómo reaccionar.
El sucio de Harry el barman estaba consiguiendo su plan a la perfección, sólo Staka se había interpuesto y ahora estaba muerto. Harry llevaba todo el día consiguiendo dinero para pagar a una banda de bandidos y tomar el pueblo. Y así fue al final, un gran número de bandidos entró en el pueblo y acabó con todos los presentes. Cuando llegaron los indios y los soldados poco pudieron hacer, estaban diezmados y cansados.
Lo último que vieron los supervivientes de OldCarucedo fue un extraño grupo de mexicanos polvorientos con extraños andares tomar el camino que llevaba hasta el rancho.
El pueblo estaba lleno de vida, el saloon repleto de gente, el banco lleno de dinero y la celda de la oficina del sheriff vacía. ¿Y los indios? Nadie sabía dónde estaban los indios. Al mediodía aparecieron una parte de los integrantes de esas diligencias asaltadas. Unos indios, un comerciante y un ingeniero. Al parecer habían escapado de la cárcel confederada más allá de la frontera. Todos colaboraron para salir, pero los indios rápidamente desaparecieron en la profundidad del bosque
La jornada seguía su curso, el bueno del alcalde McCoy invitaba a los forasteros a beber en el saloon de Harry. El político fue al banco a coger más dinero para seguir con las rondas, pero fue su último paseo al sol. Unos indios salieron del bosque y acabaron con la vida del alcalde McCoy sin que el sheriff Staka o los alguaciles pudiesen hacer nada.
Rápidamente huyeron entre gritos de júbilo por el éxito de su incursión, habían matado a nuestro líder. Estos indios nunca los había visto, los hombres veteranos del poblado me hablaron de leyendas de los Apaches, temibles guerreros con poderes de magia oscura. El enterrador iba a tener trabajo ese día.
A partir de ese momento el pueblo se empezó a descontrolar, después del entierro del bueno de McCoy empezaron las elecciones para nuevo alcalde. La doctora forastera, Jenifer Jefferson terminó ganando las votaciones con el apoyo de la dueña de las minas. Aunque las malas lenguas decían que había más que apoyo político en esa relación, malditos cotilleos.
Los soldados seguían combatiendo en el frente, la Unión estaba empezando a ganar territorio a los confederados en este condado. El general Kerrigan estaba cumpliendo con su trabajo.
Los indios seguían desaparecidos, al parecer estaban buscando como coyotes a los Apaches para terminar con esos endemoniados salvajes.
También hubo tiempo para el ocio y el relax. Hubo un par de bodas, música de pianola y salidas de cacería. Osos negros, águilas y las ranas verdes californianas son las presas más codiciadas de todo el condado.
A media tarde apareció un moribundo sheriff Staka entrando por OldCarucedo. Alguien le había disparado y a traición, sino el sheriff hubiese vuelto con un cadáver al hombro. El pueblo estaba parado, los soldados en el frente, los indios en el bosque y los pocos hombres y mujeres que quedaban en el pueblo no sabían qué hacer o cómo reaccionar.
El sucio de Harry el barman estaba consiguiendo su plan a la perfección, sólo Staka se había interpuesto y ahora estaba muerto. Harry llevaba todo el día consiguiendo dinero para pagar a una banda de bandidos y tomar el pueblo. Y así fue al final, un gran número de bandidos entró en el pueblo y acabó con todos los presentes. Cuando llegaron los indios y los soldados poco pudieron hacer, estaban diezmados y cansados.
Lo último que vieron los supervivientes de OldCarucedo fue un extraño grupo de mexicanos polvorientos con extraños andares tomar el camino que llevaba hasta el rancho.
Comunicado del General Kerrigan
Han pasado ocho meses desde la última vez que vi el precioso pueblo de OldCarucedo. Estaba tomado por bandidos y habían acabado con el trabajo de la buena gente que ha vivido en esas tierras. Eso no podía seguir así. OldCarucedo era un lugar próspero, bien posicionado, con buenos yacimientos... no puede estar todo ese potencial en manos de la banda de Harry.
Tienen varios aliados. Han estrechado lazos con una tribu de indios que pensábamos que había desaparecido, los Apaches, los cuales trabajan para la banda de Harry. Malditos Apaches, nunca se les mata a todos. También tienen una alianza con los Estados Confederados, los cuales han entrado en el condado gracias a Harry, pero tienen pocos efectivos defendiendo el terreno. OldCarucedo es un punto estratégico clave, si controlamos el pueblo los confederados tendrán que retirarse del territorio.
Llevo unos meses juntando recursos y coordinando efectivos para tomar OldCarucedo y volver a conseguir un lugar seguro y con futuro para la buena gente. Tenemos recursos, armas, munición y hombres; pero no somos suficientes. Necesitamos a más valientes que estén dispuestos a poner su vida en juego por una promesa de un terreno y un futuro mejor en OldCarucedo. Todo aquel que ayude a la toma del pueblo será recompensado con tierras, recursos o beneficios futuros.
General Kerrigan, 13 de Mayo de 1866
Tienen varios aliados. Han estrechado lazos con una tribu de indios que pensábamos que había desaparecido, los Apaches, los cuales trabajan para la banda de Harry. Malditos Apaches, nunca se les mata a todos. También tienen una alianza con los Estados Confederados, los cuales han entrado en el condado gracias a Harry, pero tienen pocos efectivos defendiendo el terreno. OldCarucedo es un punto estratégico clave, si controlamos el pueblo los confederados tendrán que retirarse del territorio.
Llevo unos meses juntando recursos y coordinando efectivos para tomar OldCarucedo y volver a conseguir un lugar seguro y con futuro para la buena gente. Tenemos recursos, armas, munición y hombres; pero no somos suficientes. Necesitamos a más valientes que estén dispuestos a poner su vida en juego por una promesa de un terreno y un futuro mejor en OldCarucedo. Todo aquel que ayude a la toma del pueblo será recompensado con tierras, recursos o beneficios futuros.
General Kerrigan, 13 de Mayo de 1866
Lo sucedido en 1866, por John J. Disvius
La noche del viernes los unionistas asaltaron el pueblo cobardemente. Pillaron desprevenidos a todos los bandidos de Harry que al parecer estaban teniendo una disputa interna. En pocos minutos el pueblo volvió a ser de la Unión.
A la mañana siguiente se empezó con la elección de nuevo Alcalde y Sheriff de la ciudad. Siendo elegido, después de mucho debate, un tipo de muchos dólares y pocos escrúpulos. El sheriff fue un viejo conocido confederado miembro de una famosa banda de asesinos. Realmente fue una buena elección ya que ellos fueron los que más contribuyeron a la toma pacífica de OldCarucedo por las tropas confederadas.
Mientras el pueblo estaba disfrutando de cierta tranquilidad, en los alrededores no paraban de suceder cosas. Partidas de caza, vaqueros llevando rebaños de vacas hasta el pueblo y lo que quedaba de la desperdigada banda de Harry. Ahora existían tres bandas, la de Harry con sus fieles, una facción china con el temible Fueng Tueng como líder y la banda de Cheyenne, un simpático tipo el cual ayudó al pueblo a terminar con la vida de Harry de una vez por todas.
Pero Cheyenne fue traicionado por Fueng Tueng en represalia a su traición a Harry. Tueng se quedó con el control de todos los bandidos junto al segundo al mando del difunto Harry, un tal Slaab. En esta ocasión el pueblo colaboró a la perfección con las fuerzas de seguridad para acabar con la nueva banda de un golpe letal.
Así pues unos valientes pistoleros acabaron con la vida de los líderes de la banda de malhechores dejando a OldCarucedo libre de bandidos después de muchos años.
Los indios no pasaron un buen día según cuentan las historias. Engañados por un chamán Sioux llamado Lobo Negro, que antes había sido un poderoso y honorable chamán, pero sucumbió a la oscuridad. Cometieron una gran ofensa para las creencias indias, despertando no se qué cosa o abriendo no sé qué puerta... La cosa es que empezaron a aparecer unos extraños seres por el bosque que los indios neutralizaron lo más rápido posible. Guiados por la Doctora McKinley, la cual se había hecho pasar por india desde la caída de OldCarucedo, consiguieron acabar encontrando a Lobo Negro y terminar así con la maldición que tenía la zona.
La cosa en el pueblo se puso calentita cuando después de un terrible cabreo del General Kerrigan por la incompetencia de sus voluntarios. Después de tomar un whisky en el Saloon de Malone, el general cayó fulminado al suelo. Hubo mucha confusión en ese momento y nadie tuvo muy claro nunca quién fue el responsable real. Pero una noticia empezó a caer como un yunque en el pueblo. Un gran ejército confederado se acercaba a OldCarucedo.
La cosa estaba clara, iban a romper las defensas y entrar en el pueblo sin mucha dificultad. Así que nuestro alcalde decidió negociar con los confederados una paz para la gente de OldCarucedo. Muchos le estarán eternamente agradecidos y otros jamás se lo perdonarán.
El Mariachi, el Jugador y el Espadachín
Existe una leyenda desde esos días en OldCarucedo que cuenta como un mariachi, un jugador de cartas y un espadachín salvaron el condado. Entraron en unas famosas ruinas de una casa que se dice lleva maldita desde tiempo de los españoles. Nadie había entrado nunca. Cuentan que se aventuraron junto a un cura cantando los cuatro rancheras sin parar y acabaron con el mal que asolaba la región. Solo tres salieron de la casa y nunca se les volvió a ver.
A la mañana siguiente se empezó con la elección de nuevo Alcalde y Sheriff de la ciudad. Siendo elegido, después de mucho debate, un tipo de muchos dólares y pocos escrúpulos. El sheriff fue un viejo conocido confederado miembro de una famosa banda de asesinos. Realmente fue una buena elección ya que ellos fueron los que más contribuyeron a la toma pacífica de OldCarucedo por las tropas confederadas.
Mientras el pueblo estaba disfrutando de cierta tranquilidad, en los alrededores no paraban de suceder cosas. Partidas de caza, vaqueros llevando rebaños de vacas hasta el pueblo y lo que quedaba de la desperdigada banda de Harry. Ahora existían tres bandas, la de Harry con sus fieles, una facción china con el temible Fueng Tueng como líder y la banda de Cheyenne, un simpático tipo el cual ayudó al pueblo a terminar con la vida de Harry de una vez por todas.
Pero Cheyenne fue traicionado por Fueng Tueng en represalia a su traición a Harry. Tueng se quedó con el control de todos los bandidos junto al segundo al mando del difunto Harry, un tal Slaab. En esta ocasión el pueblo colaboró a la perfección con las fuerzas de seguridad para acabar con la nueva banda de un golpe letal.
Así pues unos valientes pistoleros acabaron con la vida de los líderes de la banda de malhechores dejando a OldCarucedo libre de bandidos después de muchos años.
Los indios no pasaron un buen día según cuentan las historias. Engañados por un chamán Sioux llamado Lobo Negro, que antes había sido un poderoso y honorable chamán, pero sucumbió a la oscuridad. Cometieron una gran ofensa para las creencias indias, despertando no se qué cosa o abriendo no sé qué puerta... La cosa es que empezaron a aparecer unos extraños seres por el bosque que los indios neutralizaron lo más rápido posible. Guiados por la Doctora McKinley, la cual se había hecho pasar por india desde la caída de OldCarucedo, consiguieron acabar encontrando a Lobo Negro y terminar así con la maldición que tenía la zona.
La cosa en el pueblo se puso calentita cuando después de un terrible cabreo del General Kerrigan por la incompetencia de sus voluntarios. Después de tomar un whisky en el Saloon de Malone, el general cayó fulminado al suelo. Hubo mucha confusión en ese momento y nadie tuvo muy claro nunca quién fue el responsable real. Pero una noticia empezó a caer como un yunque en el pueblo. Un gran ejército confederado se acercaba a OldCarucedo.
La cosa estaba clara, iban a romper las defensas y entrar en el pueblo sin mucha dificultad. Así que nuestro alcalde decidió negociar con los confederados una paz para la gente de OldCarucedo. Muchos le estarán eternamente agradecidos y otros jamás se lo perdonarán.
El Mariachi, el Jugador y el Espadachín
Existe una leyenda desde esos días en OldCarucedo que cuenta como un mariachi, un jugador de cartas y un espadachín salvaron el condado. Entraron en unas famosas ruinas de una casa que se dice lleva maldita desde tiempo de los españoles. Nadie había entrado nunca. Cuentan que se aventuraron junto a un cura cantando los cuatro rancheras sin parar y acabaron con el mal que asolaba la región. Solo tres salieron de la casa y nunca se les volvió a ver.